En peligro mortal



FIDELIO

Disclaimer: Harry Potter y sus personajes no me pertenecen a mí sino a JK Rowling, yo sólo se los tomo prestados porque tengo mucho tiempo libre y demasiada imaginación.

Advertencia: Este fic es Harry/Draco (es decir, chico/chico) y transcurre tras El Príncipe Mestizo. Léelo bajo tu responsabilidad.


Capítulo 1: En peligro mortal


Molly Weasley emitió un hondo suspiro mientras se secaba las manos distraídamente. Echó un rápido vistazo al reloj de su cocina, y no le sorprendió comprobar que todas las manecillas que representaban a los miembros de su familia estaban en la posición que en cualquier reloj ordinario señalaba las doce en punto, pero que en ése en concreto significaba “en peligro mortal”. Últimamente, siempre era así. Pero, al menos, estar en peligro mortal era mil veces mejor que estar muerto.
Bajó la cabeza para mirar a la mesa, donde un adusto Remus Lupin esperaba con los ojos clavados en la puerta de la casa, esperando que de un momento a otro se abriera para poner fin a su angustiosa espera.
- No les pasará nada, ¿verdad? –rompió el tenso silencio Molly, apoyándose con gesto nervioso en la encimera.
Remus dio un respingo en la silla, sobresaltado, y miró a Molly. Un instante después sonrió tranquilizadoramente, aunque la madre de la familia Weasley no pudo dejar de advertir que su sonrisa era tan falsa como la calma que transmitía.
- Claro que no, Molly –respondió afablemente, aunque el brillo inquieto de sus ojos le traicionaban-. Apenas llevan un par de horas fuera…
- ¡Un par de horas! –repitió Molly, estrujando sin darse cuenta el paño de cocina entre sus manos-. Tiempo suficiente para que ese…
- Molly –le advirtió Remus, endureciendo la voz.
- …para que Quien-tú-ya-sabes les atrape –terminó mientras dirigía otra rápida ojeada al reloj.
- ¡Molly! –exclamó Remus poniéndose en pie- ¡El-que-no-debe-ser-nombrado no va a atraparles! Al menos, no hoy. No con toda la Orden del Fénix allí.
Molly miró desafiante a Remus Lupin, y el licántropo adivinó lo que iba a decir incluso antes de que abriera la boca.
- Entraron a Hogwarts –masculló en tono amargo, acercándose a él mientras dejaba caer el trapo de cocina en la encimera-. Mataron a Dumbledore –Remus bajó la cabeza, turbado, pero Molly no se apiadó de él-. ¿Qué no podrán hacerles a Harry, a Arthur y a mis hijos en esa casa muggle carente de protección alguna?
Remus abrió la boca para contestar, pero no pudo hacerlo. No tenía ni la más remota idea de qué decir para calmar la angustia de Molly. No cuando él mismo estaba tan asustado que poco le había faltado para coger la escoba y plantarse en Privet Drive.
Y, en ese momento, afortunadamente para él y para su credibilidad, ambos escucharon una serie de alegres voces en el jardín.
Remus casi se desmayó de alivio al comprobar que la espera había terminado.
- ¡Harry! –exclamó Molly, y su miedo desapareció tan rápidamente como una sonrisa se formó en su bonachón rostro. De un salto se plantó ante la puerta.
Remus también se acercó rápidamente. Efectivamente, el destacamento especial de la Orden del Fénix había llegado, por fin, a La Madriguera. Y sano y salvo.
- ¡Misión cumplida! –gritó alegremente Arthur Weasley, entrando en su hogar. Llevaba familiarmente sujeto por los hombros a un joven delgado y de aspecto desmañado.
- ¡Harry! –repitió Molly, y antes de que el aludido tuviera tiempo de saludarla, le envolvió en un abrazo de oso tan efusivo que le cortó la respiración.
Arthur esbozó una sonrisa cansada mientras saludaba a Remus y entraba en la cocina. Tras él venían Charlie, Fred y George, éstos últimos con el rostro radiante y rebosante de orgullo. Al fin y al cabo, había sido la primera misión de la Orden en la que se les había permitido participar… para desdicha de su angustiada madre.
- ¿Y los demás? –preguntó Molly, separándose de Harry.
- Nos han acompañado hasta aquí y luego se han ido a sus casas –informó Arthur, acercándose a su mujer para darle un beso. Al escuchar eso, una sombra de preocupación se instaló en el rostro de Remus mientras abrazaba a Harry.
- ¿No será peligroso? –preguntó, estrechando entre sus brazos al hijo de su difunto mejor amigo.
- Tranquilo, Remus –dijo Charlie, soportando con entereza los achuchones de su preocupada madre-. En plan ha funcionado.
- Sí –intervino Fred, deseoso de demostrar que ya era un miembro de la Orden de pleno derecho- al final resulta que fue un golpe de suerte encontrar a ese…
Sus padres y sus hermanos le fulminaron con la mirada, y Fred cerró la boca a tiempo. Afortunadamente, Harry estaba ocupado saludando a Lupin, y al girarse para mirar al resto no advirtió lo forzado de sus sonrisas. Estaba demasiado cansado para sospechar que le ocultaban algo.
- ¿Y Ron y Hermione? –preguntó.
- Durmiendo –aseveró la Sra. Weasley, mirando un reloj- les obligué a irse a la cama. Son ya cerca de las tres de la mañana, Harry, creo que harías bien en imitarles.
- Todos haríamos bien en irnos a la cama –añadió Arthur ahogando un bostezo.
- Pero aún no nos habéis contado cómo… -empezó Lupin.
- Mañana, Remus –le cortó Molly, frunciendo el ceño.
El licántropo puso los ojos en blanco, pero asintió.
- De acuerdo, Molly. Mañana –cedió, fiel a su talante cordial.
Satisfecha, Molly se giró hacia Charlie.
- Charlie, enséñale a Harry dónde va a dormir –ordenó.
- ¿No dormiré con Ron? –preguntó Harry sorprendido, pues ya estaba preparado para dirigirse a la habitación de su mejor amigo.
A sus espaldas, notó cómo Arthur tosía nerviosamente, pero no le dio mayor importancia.
- Sí, cielo –contestó finalmente Molly sin alterar su gesto en lo más mínimo- pero Ron no está en su habitación.
- Ah… ¿es que han vuelto Bill y Fleur? –preguntó, mientras Charlie dirigía una imperiosa y nada disimulada mirada a su madre.
- No –contestó escuetamente Molly, prácticamente empujando a Harry hacia las escaleras.
- ¿Entonces? –insistió Harry, muerto de curiosidad.
- Mañana lo sabrás –intervino enigmáticamente Remus, indicándole con un movimiento de cabeza que subiera-. Ahora, a la cama.
Harry miró a Remus y suspiró. Con resignación, dejó que Charlie subiera su baúl escaleras arriba y siguió al fornido pelirrojo mientras se preguntaba qué diablos estaba pasando en esa casa.

- ¡Harry!
Algo que se parecía a un terremoto sacó a Harry bruscamente de su sueño… cuando abrió los ojos, aún desorientado, y se colocó las gafas precipitadamente, se dio cuenta de que el terremoto lo había provocado Ron al tirarse encima de su cama.
- Hola Ron –saludó con una sonrisa, mientras el pelirrojo se levantaba y se dirigía a la puerta.
- ¡Hermione, está aquí Harry! –exclamó Ron asomándose al pasillo, y después volvió a meterse en la habitación, sonriéndole a su amigo- ¿Por qué no me despertaste ayer para decirme que habías venido?
- Me dio pena despertarte, por la forma en que roncabas parecía que estabas profundamente dormido –ironizó Harry, poniéndose en pie.
Ron le dio un puñetazo amistoso y Harry rió. Era estupendo, verdaderamente estupendo, volver a estar allí, rodeado de sus amigos y de…
- ¡Harry! –gritó una voz femenina. Antes de que pudiera darse media vuelta para saludar a Hermione, la joven le había abrazado con tanto ímpetu que ambos acabaron cayendo aparatosamente en la cama deshecha donde había dormido el Gryffindor.
- Vaya vaya… -gruñó Ron, fingiendo estar ofendido, mientras Hermione y Harry se incorporaban, aún abrazados- Con mi mejor amigo… ¡y delante mía! ¿Es que no tienes vergüenza, Granger?
- Cállate, Ronald –espetó Hermione, guiñándole el ojo a su novio. Después estampó un sonoro beso en la mejilla de su amigo y se separó de él.
- Lo siento colega, creo que tu chica me prefiere a mí –bromeó Harry mirando a Ron, quien alzó las cejas con aire escéptico al tiempo que esbozaba una sonrisa bonachona.
Definitivamente era estupendo estar de nuevo allí, en La Madriguera. Y no sólo por el hecho de haberse librado definitivamente de los Dursley, ni por las sabrosas comidas que preparaba Molly, ni siquiera por la deseada y tranquilizadora presencia de Lupin. No, lo verdaderamente genial era que de nuevo estaba con Ron y Hermione, sus dos mejores amigos, sus compañeros de fatigas, estudios y aventuras. Los tres niños que se habían hecho amigos casi por casualidad en su primer año de Hogwarts habían crecido considerablemente, y su amistad también había madurado a la par que ellos. Después de años de bromas compartidas, de secretos susurrados en la oscuridad, de solidaridad inquebrantable en los castigos, de peleas y reconciliaciones, y de salvarse la vida mutuamente en varias ocasiones, el entendimiento entre los tres era tal que les bastaba una sola mirada para comprender lo que uno de ellos sentía. Harry, que no había sido demasiado afortunado en el terreno amoroso, se sentía sin embargo plenamente satisfecho en el plano de la amistad. No podía haber encontrado mejores amigos que Ron y Hermione. Nunca. Eran un trío inseparable.
Esbozó una sonrisa burlona cuando Hermione se sonrojó al sentir la mano de Ron buscando la suya. Pese a que había recibido la noticia vía lechuza, era la primera vez que veía a sus dos amigos desde que estaban saliendo juntos. Le resultaba extraño, novedoso y fascinante al mismo tiempo.
- Me alegra ver que por fin os habéis decidido –dijo, observando el brillo en los ojos azules de Ron. Y era verdad. Se alegraba profundamente de que, por fin, sus dos amigos se hubieran decidido a poner las cartas sobre la mesa. Durante años, las continuas disputas entre Ron y Hermione habían enturbiado la inquebrantable amistad de los tres. Harry esperaba que, ahora que ellos dos estaban saliendo, la situación mejorara y por fin pudieran dejar de pelear eternamente.
Hermione le dirigió una mirada de advertencia, aunque las comisuras de sus labios se curvaron en una leve sonrisa. En cambio, Ron se apresuró a cambiar de tema, sintiendo un repentino ardor en las mejillas.
- ¿Dónde está Ginny? –preguntó impulsivamente. Al instante, Hermione le apretó significativamente la mano, y él se maldijo por su torpeza.
Pero Harry no se dio cuenta. Ginny. Al pensar en la pelirroja hermana de Ron, su corazón empezó a latir con más fuerza. Inspiró profundamente, intentando ignorar el nerviosismo que amenazaba con dominarle, y se las arregló para conseguir aparentar indiferencia.
- Abajo –dijo tranquilamente Hermione, apretando inconscientemente la mano de su novio. Después clavó los ojos en Harry-. No sabía si subir a verte… o no.
Harry se sintió incómodo bajo la mirada de sus dos amigos. No había sido fácil en su día confesarles que había dejado a Ginny, y por qué lo había hecho. Porque no por ser su mejor amigo Ron dejaba de ser el hermano mayor de Ginevra Weasley. Afortunadamente, Ron había alcanzado a comprender que, en el fondo, Harry lo hacía por proteger a su hermana.
O al menos eso era lo que él creía.
- La veré luego –manifestó, y Ron y Hermione asintieron y además tuvieron el buen gusto de fingir no advertir la ansiedad que había aparecido en el rostro de su amigo.
- ¡¡Ron, Hermione, Harry!! –les llegó algo amortiguada una voz imperiosa que los tres conocían muy bien- ¡A desayunar!
Los tres compartieron una breve mirada antes de soltar una carcajada al unísono.
- La Madriguera no sería La Madriguera sin los gritos mañaneros de mi madre –bromeó Ron, poniéndose en pie.
- Estoy de acuerdo –corroboró Harry, aún riendo.
Hermione fue la última en levantarse, y, tras arreglarse distraídamente la falda, siguió a su novio y a su mejor amigo. Aliviada ya la tensión que se había creado entre ellos al nombrar a Ginny, bajaron abajo.
La cocina de los Weasley era ya un hervidero de cabezas pelirrojas, risas y conversaciones, todo ello dominado por los gritos ocasionales de Molly, que tenía que echar mano de toda su experiencia maternal para lograr mantener cierto orden en su revoltosa prole.
Cuando Harry entró en la cocina, sus ojos buscaron inconscientemente a Ginny. Y, al encontrarla, parpadeó, incrédulo. ¿Esa chica tan alta que bromeaba con Charlie era Ginny?
En ese momento, ella levantó la cabeza, alertada por el sonido de los pasos de Ron acercándose a la mesa, y sus ojos se encontraron.
Durante un instante, pareció que el marrón de los ojos de Ginny reflejaba la antigua pasión, el amor que la más pequeña de los hermanos Weasley había sentido por Harry Potter casi desde el mismo instante en el que escuchó hablar de él a Ron. Entonces, el destello se apagó, y Ginny sonrió, su mirada recibiéndole amistosa pero también algo indiferente.
- Hola Harry –saludó, sacudiendo su melena pelirroja.
- Hola Ginny –le devolvió el saludo Harry, algo turbado-. Has… crecido.
Ginny soltó una carcajada y se dejó caer en la mesa al lado de su hermano Charlie, con el que inmediatamente empezó una discusión acerca del sempiterno tema del quidditch. Y Harry advirtió que Ginny no parecía en absoluto incómoda por su presencia, pero que tampoco se había levantado a saludarle efusivamente. Cuando se sentó a su lado por indicación de Molly, la pequeña de los Weasley le miró como si él no fuera el mismo chico que, un día de celebración en la Torre de Gryffindor, la había besado tan inesperada como apasionadamente. El mismo que unos meses después la había dejado en el funeral de Dumbledore. El chico con el que soñaba desde que tenía diez años. Harry James Potter.
Sintiendo una extraña mezcla de decepción y alivio, Harry miró para otro lado y descubrió que Hermione estaba junto a él y que Ron, unos pasos más allá, discutía en voz baja con su madre. Aguzó el oído.
- ¿Por qué yo? –protestaba su amigo.
- ¡Hoy te toca a ti, Ron! –rezongó Molly ásperamente, cruzándose de brazos.
- ¿Qué pasa? –interrumpió Harry, intrigado.
En ese momento, como si una mano invisible hubiera lanzado un hechizo silenciador, las conversaciones que tenían lugar en la mesa se interrumpieron abrupta y misteriosamente. Ron, con expresión resignada, se dejó caer en la silla junto a Hermione… y, entonces, sólo entonces, Harry se dio cuenta de que, junto a su amigo, alguien había colocado una silla vacía.
Cuando levantó la cabeza, notó que todos le miraban de reojo.
- ¿Va a venir alguien más a desayunar? –preguntó, perplejo.
Hubo un intercambio silencioso de miradas que terminó cuando todos los ojos se posaron unánimemente en Remus. El licántropo se revolvió en su silla, incómodo, y al final levantó la cabeza para enfrentarse a Harry.
- Digamos que sí –empezó, titubeante.
- ¿Quién? –preguntó el confuso Gryffindor, mirando a un lado y a otro- ¿qué pasa? ¿Por qué estáis tan nerviosos, acaso habéis invitado a Voldemort a desayunar?
Dijo esto último con una media sonrisa en los labios, pero nadie secundó la broma. Ni siquiera Fred y George, lo que indicaba que la situación era realmente delicada.
- Verás, Harry –intervino Arthur, al ver que Remus no pensaba añadir una palabra más- la razón por la que Ron y tú dormisteis ayer en la otra habitación… -se interrumpió, mirando a Molly, quien lanzó un bufido de fastidio.
- ¿Sí? –le apremió el moreno, impaciente.
- Pues… -siguió Arthur, desviando la mirada- tenemos un invitado inesperado. Un invitado muy peculiar.
Harry frunció el ceño, y abrió la boca para seguir insistiendo. Pero en ese momento Lupin se puso bruscamente en pie.
- Un invitado al que al parecer no le han enseñado a respetar los horarios –añadió en tono cáustico, dirigiéndose al hueco de la escalera- ¡Chico, si quieres desayunar será mejor que bajes! –gritó.
Harry alzó las cejas sorprendido. Remus Lupin, el siempre templado y conciliador profesor, parecía anormalmente enfadado, agresivo incluso. Le chocaba ver su usualmente tranquilo rostro crispado en una mueca de intenso odio mientras volvía a sentarse en la mesa, aún mascullando algo mientras dirigía una mirada asesina al hueco de la escalera.
Atónito por la situación, y terriblemente confuso, el Gryffindor miró a Ron y a Hermione, buscando en sus ojos una respuesta, alguna pista que ayudara a aclararle lo que estaba pasando en aquella casa. Entonces, antes de que pudiera llegar a mirarles, escuchó pasos en la escalera. Pasos que bajaban del primer piso, y llegaban hasta la planta baja. Por lo visto, el misterioso invitado había decidido que la ira de un licántropo excepcionalmente crispado era suficiente para inducirle a salir a la vista de todos.
Harry levantó la cabeza bruscamente, girándola todo lo que su cuello daba de sí, deseando comprobar quién era la persona que había llegado a La Madriguera para poner el humor de sus habitantes patas arriba.
Y se quedó de piedra.
- ¡Malfoy! –exclamó, poniéndose en pie de un salto. Tal fue su ímpetu que escuchó la silla caer estrepitosamente a sus espaldas, pero no le importó. Sus sentidos estaban demasiado ocupados intentando convencerle de que lo que estaban captando allí, al pie de las escaleras, era real y no una curiosa alucinación.
Porque Draco Malfoy acababa de aparecer, todavía sujetándose a la barandilla con una ligera mueca de dolor en el rostro. Expresión que desapareció en cuanto escuchó su apellido pronunciado por la voz del que durante seis años había sido su indiscutible enemigo número uno. El Slytherin también se giró bruscamente para mirarle, y, aunque el cerebro de Harry advirtió casi inconscientemente que estaba más delgado de lo normal, y que la ropa vieja que llevaba puesta le colgaba de forma horrorosa, concentró todo su ser en el desprecio que transmitían los ojos grises de Malfoy, la forma en la que arrugó la nariz al verle, sus labios curvados ligeramente con desprecio.
- Potter –casi escupió, en aquél tono que le resultaba tan familiar, arrastrando con desagrado las palabras.
El mismo tono que había empleado unos meses antes, cuando, en una de las torres de Hogwarts, había encañonado con su varita al mismísimo director, a Albus Dumbledore, rodeado de mortífagos a los que él mismo había franqueado el paso al interior del colegio.
- ¡¿Qué hace ÉL aquí?! –gritó Harry, apartando los ojos de Malfoy para dirigir una mirada de incredulidad al resto- ¿Acaso no sabéis que fue él quien ayudó a entrar a los mortífagos en Hogwarts? ¿Acaso no sabéis que él mismo es uno de ellos, un pequeño asesino en potencia?
Aún junto a la escalera, Draco suspiró profundamente al escuchar las palabras de Harry, intentando aparentar una frialdad que no sentía. Su mano apretó con tanta fuerza la barandilla que sus nudillos palidecieron, pero no le importó.
- Claro que lo sabemos –replicó bruscamente Remus Lupin, girando la cabeza para mirar con desprecio a Malfoy- y no creas que a nosotros nos hace gracia tenerle aquí.
- ¿Entonces? –insistió Harry, apretando los puños y apelando a toda su fuerza de voluntad para no saltar encima de su archienemigo- ¿Por qué está aquí?
Pero Lupin no le contestó. Seguía mirando a Draco Malfoy, y el Slytherin tuvo que contenerse para no retroceder ante el odio que despedían sus ojos.
- ¿Vas a sentarte o tendremos que estar esperándote toda la mañana? –espetó en un tono ronco que recordaba demasiado al de Fenrir Greyback.
Aunque la presencia de Malfoy seguía reclamando toda su atención, Harry volvió a encontrarse a sí mismo, a su pesar, mirando a Lupin con asombro. Jamás le había visto siendo tan impaciente y descortés con alguien, la brusquedad no parecía formar parte de la esencia de Remus John Lupin. Gracias a su breve incursión en el pensadero de Snape, Harry sabía que, incluso de adolescente, Remus era muy pacífico y poco propenso a buscarse problemas con nadie. Sin embargo en ese momento observaba a Malfoy con auténtica antipatía, tamborileando impacientemente con sus dedos sobre la mesa.
Harry volvió a mirar a su viejo enemigo, sintiendo cómo la furia comenzaba a diluirse en la curiosidad. Estaba claro que nadie quería a Draco Malfoy allí… entonces, ¿por qué le daba la sensación de que llevaba ya varios días residiendo en La Madriguera?
Apelando a toda su dignidad, que era al fin y al cabo lo único que aún le quedaba, el Slytherin le sostuvo la mirada a Remus y compuso una mueca de desprecio.
- Creo que hoy podré pasar sin desayunar –respondió, alzando la barbilla en su típico gesto de orgullo.
- ¡Estupendo! –gruñó Lupin-. Más para nosotros.
- Espero que por lo menos bajes a comer –intervino Molly, también ceñuda-. Porque el servicio de habitaciones ha dejado de funcionar, señor aristócrata.
Harry miró sorprendido a la Sra. Weasley, pero sonrió con malicia cuando Draco dio media vuelta y empezó de nuevo a subir las escaleras. Remus y Molly le siguieron con la mirada, entornando los ojos con odio. Arthur parecía levemente incómodo, y se inclinó sobre su plato fingiendo estar absorto en su ración de bacon.
- El señorito está muy mal acostumbrado –dijo al fin Lupin, sentándose correctamente y levantó la silla tumbada de Harry con un simple hechizo-. Siéntate, Harry, y come.
- ¿Qué hace él aquí? –repitió Harry, más calmado, aunque la curiosidad le devoraba por dentro.
Remus, que se estaba llevando el tenedor a la boca, se detuvo en seco. Una sombra de dolor apareció en sus ojos, pero, nuevamente, volvió a negarse a hablar.
- Dumbledore –dijo, al fin, Charlie, que se había mantenido hasta ese momento en un segundo plano-. Dumbledore nos ordenó acoger a Draco.
- ¡¿Qué?! –exclamó Harry, atónito- ¡¿Dumbledore?!
- Una muestra más de lo grande que era –añadió Molly-. En su testamento, se preocupaba por el estado de ese pequeño mortífago.
- ¿Dumbledore se preocupaba por Malfoy?
- Dumbledore sabía que Malfoy era un mortífago –intervino Arthur Weasley, sereno-. Sabía que estaba tramando algo, y, lo más importante, sabía que él mismo no sobreviviría a este curso.
Inesperadamente, Harry recordó la conversación que había sido obligado a presenciar, la conversación entre Dumbledore y Draco Malfoy… las piezas empezaron a encajar en su cabeza.
- Dumbledore le ofreció a Malfoy pasarse a nuestro lado –murmuró pensativamente, arrugando el entrecejo-. Le dijo que podía esconderle.
- En efecto –asintió Arthur.
- ¡Pero Malfoy no aceptó! –protestó Harry- ¿Por qué está aquí entonces?
- Porque Dumbledore demostró tener una gran visión de futuro –explicó Arthur, intentando obviar el rechinar de los dientes de su furiosa esposa-. Intuía que Malfoy tendría demasiado miedo para pasarse a nuestro bando, pero también que no sería capaz de matarle… y, en el mundo de los mortífagos, desobedecer una orden directa de Quien-tú-ya-sabes equivale a firmar tu sentencia de muerte.
- ¿Y por qué Voldemort no le ha matado ya? –replicó Harry con aspereza, provocando un escalofrío unánime en la mesa, aunque no le importó.
- Merlín sabe que lo intentó –añadió suavemente Arthur, jugueteando con su tenedor-. No he podido extraerle demasiada información, pero, por lo poco que me ha contado, deduzco que Lucius y Narcissa intervinieron a tiempo para salvarle la vida a su retoño. Y eso permitió a Draco huir y ponerse a salvo.
- Pero, ¿por qué aquí? –insistió Harry- ¿por qué en La Madriguera?
Arthur titubeó. Miró brevemente a su esposa y a Remus, pero ambos fingieron no darse cuenta. Suspirando, se enfrentó de nuevo a Harry.
- Así lo preparó Dumbledore. El hogar de los Weasley será el último sitio en el que los mortífagos buscarán a Draco Malfoy. Y yo no puedo desobedecer la última voluntad de Albus Dumbledore, incluso aunque estemos hablando de un Malfoy.
- Y aunque ponga en peligro la seguridad de tu familia –reprochó Molly violentamente, girando la cabeza para mirar a su marido.
Por la incomodidad que Harry percibió en el resto de comensales, dedujo que no era la primera vez que los señores Weasley discutían sobre eso. Arthur, imperturbable, devolvió la mirada a su mujer.
- Incluso aunque eso ponga en peligro la seguridad de mi familia –corroboró con voz firme.
Molly resopló y empezó a atacar sus tostadas con inusitada violencia. Arthur la miró durante unos segundos y después siguió desayunando tranquilamente, como si aquello no le afectara.
Harry paseó su mirada por la mesa, pero al parecer todos habían dado ya la discusión por finalizada, y rápidamente retomaban sus conversaciones para que los murmullos y las risas ahogaran la incomodidad que sentían. Soltó un bufido, fastidiado, y se giró hacia Ron.
- Lo que me faltaba, salgo de casa de los Dursley para venir a convivir con el hurón –se quejó en un susurro.
Ron asintió con la cabeza.
- Afortunadamente no le veremos mucho –replicó con una sonrisa esperanzada.
- ¿Por qué?
- Porque apenas sale de su habitación –intervino Hermione en tono neutro.
- Ya sabes, teme que la pobreza sea contagiosa –añadió Ron antes de beber un generoso trago de zumo de calabaza.
Hermione frunció los labios, pero bajó la cabeza y atacó su desayuno, fingiendo desentenderse de la conversación. Harry rió con malicia, rememorando el aspecto andrajoso de Malfoy.
- Como si él ahora mismo todavía fuera alguien importante –replicó Harry, y los dos rieron por lo bajo.
Ninguno de los dos advirtió que el tenedor de Hermione se paralizaba en el aire durante unos segundos. La joven castaña arrugó el entrecejo, escuchando las risas de Harry y Ron. Después, sacudió la cabeza y siguió desayunando sin decir una sola palabra.


Nota de la autora: reconozco que me está costando, pero aquí tenéis el primer capítulo. He intentado que la actitud de los personajes sea acorde con el final del sexto libro, y eso implicaba que Draco se convirtiese en el blanco de todos los odios a raíz de la muerte de Dumbledore. Esto ya se tratará en los capítulos siguientes pero quería aclarar la actitud que tienen Lupin y Molly, ya que me han parecido los más idóneos para reflejar ese rencor, Lupin por la forma en la que se derrumba cuando le dicen que Dumbledore ha muerto, y Molly... bueno, ella es muy visceral xD Así que, de momento, nuestro rubio lo va a pasar un poco mal en La Madriguera, aunque prometo acortar esta fase todo lo que pueda.

Releyendo las advertencias me he dado cuenta de que en el prólogo dije que este fic continuaría con todo lo que había pasado en El Príncipe Mestizo... Vale, pues se me pasó deciros que había una cosa que sí iba a eliminar xD La relación Lupin/Tonks en mi universo no existe, todavía no he decidido si Lupin va a ser hetero, gay o asceta, pero me niego a meter esa pareja tan extraña, lo siento :P

En fin pues eso es todo, muchas gracias por leer y por todos los comentarios que recibí con el prólogo, no esperaba tantos para un capítulo tan corto. ¡Nos leemos!

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